Día 7: Escucha música clásica

Hace casi seis años conocí a un grupo de mujeres que habían pasado por la misma guerra de perder un hijo a unos meses de la mía. Todas éramos parte de un grupo de apoyo de Sands y siempre decimos que ojalá nunca nos hubiéramos conocido en esas circunstancias, pero que no podríamos vivir las unas sin las otras. Nos llamé “Awesome Mums” (Mamás impresionantes). Yo siento que sus hijos son parte parte de nuestra familia y les decimos buenas noches cada cumpleaños que pasa. He llorado con ellos y por ellos y hoy tengo el honor de compartir la primera de sus historias. 

Mi amiga Salina pasó por tres rondas de FIV (IVF) hasta que pudo concebir a su primera hija, Inaaya. El embarazo fue genial, Salina lo disfrutó (¡incluso durante un verano abrasador!) y le encantaba tocar música clásica para Inaaya. Llegó la famosa fecha de parto (40 semanas) y fueron a su cita con la partera y les dijeron que todo estaba bien y bajo control. Tres días después, Salina se levantó para comer muy temprano en la mañana cuando Inaaya se estaba estirando y tenía algo de hipo. Más tarde esa mañana, Salina se despertó y desayunó. Subió las escaleras con una bebida fría y dulce, se acostó sobre su lado izquierdo y no sintió nada. Llamó al hospital y de fue para allá, cuando llegó, le dijeron las mismas palabras que nos persiguen a algunas: No hay latidos… En su mensaje, Salina me escribió: “Y así comenzó una vida de dolor, arrepentimiento, ira, vergüenza. …”

El mundo entiende nuestra ira y dolor, esos son sentimientos con los que todos se sienten cómodos. Lo que la mayoría de la gente no entiende es el arrepentimiento que nos consume a veces y la vergüenza que sentimos, aunque desearíamos no sentir nada de esto. Cuando leí el mensaje de Salina, inmediatamente quise escribir: Por favor, nunca te sientas avergonzada y no dejes que el arrepentimiento te persiga, hicimos lo que pensamos que era correcto en ese momento. Epa, yo creo en eso 100%. PERO, también sé que he estado, y probablemente estaré nuevamente, en ese lugar donde estuvo Salina esta mañana. Odio sentir vergüenza, porque así es como creo que el mundo me ve “a la que se le murió la bebé” y que debería esconderme en algún lugar para no darle mi mala pava a otra persona. Odio no poder compartir completamente lo bueno que fue mi embarazo con Olivia, porque ¿quién va a querer seguir el consejo de una persona cuyo bebé se murió? He hablado de esto con muchas amigas y, por supuesto, dicen que este nunca es el caso y que nunca debería sentirme así. Lo entiendo, en un mundo impulsado por la lógica, tienen razón. Pero lo que pasó desafía la lógica y no tiene sentido, así que todo se va por la ventana y sentimos lo que sentimos y el mundo en general valida esos sentimientos cuando ignoran y esconden nuestras historias. Bueno, mientras tenga un buen día, compartiré nuestras historias. En los días buenos puedo engañar a mi cerebro para que se aleje del ciclo interminable en el que caigo imaginando realidades paralelas si hubiese hecho algo distinto los días antes de su muerte, A veces, puedo evitar sentir que no me odio porque me fui del hospital cuando me dijeron que todo estaba bien, yo debería haber sabido, y lo sabía, nada estaba bien, simplemente no confié en mí lo suficiente. Hoy es un buen día y quiero decirles que Salina es fuerte, increíble y logra tener presente a Inaaya en los momentos familiares de todos los días. 

Escuché música clásica todo el día (una sesión de ejercicios interesante esta mañana), y antes de acostar a las niñitas, apagamos las luces y las abrazamos mientras tocábamos la canción de Olivia.